Antes de la llegada de los conquistadores castellanos, el territorio donde hoy se asienta la ciudad estaba constituido por zonas de vegetación salvaje pertenecientes al menceyato (reino) de Anaga, que gobernaba el Mencey Beneharo. La historia prehispánica de la ciudad está protagonizada por el legado de los guanches y por algunas expediciones extranjeras que llegaban a la costa. En 1494, en uno de estos viajes, arribaron los castellanos y establecieron en Santa Cruz el campamento base para la conquista de la isla, que se prolongó hasta 1496, año en que Tenerife fue incorporada a la Corona de Castilla.
Desde el principio el núcleo económico de la ciudad residía en el puerto. El primer muelle, construido en 1548, se localizaba en la playa de Añazo, pero fue destruido por un temporal. El actual puerto se corresponde con cuatro antiguos puntos de atraque en el litoral municipal: el puerto de Caballos con la caleta de Negros, la caleta de Blas Díaz, Paso Alto y el Bufadero. La bahía de Santa Cruz era apreciada por los navegantes debido a sus ventajas naturales, que la convertían en foco de avituallamiento para los navíos que partían hacia el Nuevo Mundo.
Al final del siglo XV se empezó a formar una sociedad heterogénea compuesta por soldados, marineros, mercaderes y los propios guanches que llegaron a integrarse. Los primeros asentamientos poblacionales se localizaban en el entorno del castillo de San Cristóbal, una fortaleza que protegía al pequeño pueblo de casitas terreras que se iba creando. En la segunda mitad del siglo XVI se empezó a construir la primera plaza, situada frente al castillo, que se denominaría plaza de la Pila y se corresponde con la actual plaza de La Candelaria. A lo largo de la costa se construyeron nuevos castillos defensivos porque los santacruceros tenían que defenderse de los frecuentes ataques de corsarios y piratas berberiscos, galos e ingleses. Hasta la Armada Británica, con el almirante Nelson al frente, cayó derrotada el 25 de julio de 1797. Este episodio, por su trascendencia, marcará la historia de la ciudad.
Santa Cruz siguió creciendo y pronto se topó con el obstáculo del barranco de Santos que fue salvado con la construcción de varios puentes: puente de El Cabo, puente Zurita, puente de Las Asuncionistas, etc. Poco a poco se fue formando un tejido urbano a ambos lados del barranco compuesto por pequeñas calles y caminos de herraduras.
En el siglo XVIII se produjo la primera expansión de Santa Cruz, derivada de una serie de factores, como el traslado de la residencia del comandante general desde la ciudad de La Laguna al castillo de San Cristóbal. El trasvase de la capitalidad de la isla originó una nueva dimensión administrativa. Además, en 1803 Santa Cruz fue considerada villa exenta y se constituyó el primer ayuntamiento. La ciudad cobró importancia y a ello había contribuido también la destrucción del puerto de Garachico, a causa de la erupción volcánica de 1706, pues trajo consigo un desplazamiento de la actividad económica y comercial y el establecimiento de una burguesía que quería controlar los negocios portuarios.
Esta creciente población es la que pronto demandó servicios y zonas de ocio. La Alameda del Duque, la plaza del Príncipe, la plaza de Weyler y la recova acogían el bullicio y el trasiego de los santacruceros. A los primitivos núcleos, como el Toscal, se fueron añadiendo parcelas de casas y parques que compusieron nuevos barrios. En el siglo XX y con la llegada de la modernidad y el "boom" demográfico, la ciudad extendió sus límites todo lo posible hasta convertirse en la gran urbe que es hoy y cuyas fronteras se desdibujan por la cercanía de las aglomeraciones urbanas de los municipios colindantes. (Ayto. S.C. Tenerife)
Desde el principio el núcleo económico de la ciudad residía en el puerto. El primer muelle, construido en 1548, se localizaba en la playa de Añazo, pero fue destruido por un temporal. El actual puerto se corresponde con cuatro antiguos puntos de atraque en el litoral municipal: el puerto de Caballos con la caleta de Negros, la caleta de Blas Díaz, Paso Alto y el Bufadero. La bahía de Santa Cruz era apreciada por los navegantes debido a sus ventajas naturales, que la convertían en foco de avituallamiento para los navíos que partían hacia el Nuevo Mundo.
Al final del siglo XV se empezó a formar una sociedad heterogénea compuesta por soldados, marineros, mercaderes y los propios guanches que llegaron a integrarse. Los primeros asentamientos poblacionales se localizaban en el entorno del castillo de San Cristóbal, una fortaleza que protegía al pequeño pueblo de casitas terreras que se iba creando. En la segunda mitad del siglo XVI se empezó a construir la primera plaza, situada frente al castillo, que se denominaría plaza de la Pila y se corresponde con la actual plaza de La Candelaria. A lo largo de la costa se construyeron nuevos castillos defensivos porque los santacruceros tenían que defenderse de los frecuentes ataques de corsarios y piratas berberiscos, galos e ingleses. Hasta la Armada Británica, con el almirante Nelson al frente, cayó derrotada el 25 de julio de 1797. Este episodio, por su trascendencia, marcará la historia de la ciudad.
Santa Cruz siguió creciendo y pronto se topó con el obstáculo del barranco de Santos que fue salvado con la construcción de varios puentes: puente de El Cabo, puente Zurita, puente de Las Asuncionistas, etc. Poco a poco se fue formando un tejido urbano a ambos lados del barranco compuesto por pequeñas calles y caminos de herraduras.
En el siglo XVIII se produjo la primera expansión de Santa Cruz, derivada de una serie de factores, como el traslado de la residencia del comandante general desde la ciudad de La Laguna al castillo de San Cristóbal. El trasvase de la capitalidad de la isla originó una nueva dimensión administrativa. Además, en 1803 Santa Cruz fue considerada villa exenta y se constituyó el primer ayuntamiento. La ciudad cobró importancia y a ello había contribuido también la destrucción del puerto de Garachico, a causa de la erupción volcánica de 1706, pues trajo consigo un desplazamiento de la actividad económica y comercial y el establecimiento de una burguesía que quería controlar los negocios portuarios.
Esta creciente población es la que pronto demandó servicios y zonas de ocio. La Alameda del Duque, la plaza del Príncipe, la plaza de Weyler y la recova acogían el bullicio y el trasiego de los santacruceros. A los primitivos núcleos, como el Toscal, se fueron añadiendo parcelas de casas y parques que compusieron nuevos barrios. En el siglo XX y con la llegada de la modernidad y el "boom" demográfico, la ciudad extendió sus límites todo lo posible hasta convertirse en la gran urbe que es hoy y cuyas fronteras se desdibujan por la cercanía de las aglomeraciones urbanas de los municipios colindantes. (Ayto. S.C. Tenerife)
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